Ciudad de México (Prensa Latina) El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es muy crítico con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), al cual muchos autores achacan el retraso del desarrollo del país en esos campos.
Por Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal de Prensa Latina en México
Quedó demostrado en estos tres años del gobierno del cambio -o de la cuarta transformación, como reza su eslogan- que el Conacyt es una de las grandes víctimas de la corrupción de gobiernos anteriores y de su desidia para propiciar el adelanto de la ciencia y la tecnología a fin de colocar a México a la par de sus vecinos de América del Norte. Sin embargo, la situación cambió radicalmente gracias a la intervención directa de López Obrador, y México se enrumba hacia un adelanto sostenido de la ciencia y la tecnología.
Esto se confirmó del 7 al 10 de junio, en la IX Conferencia Latinoamericana y Caribeña de las Ciencias Sociales (Clacso), realizada en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que acogió de forma presencial a 10 mil cientistas de la región.
EL PROBLEMA
En el período neoliberal que abarcó 36 años, casi todos los sectores padecieron del olvido de las inversiones necesarias para su avance científico, obligatorio por la enorme geografía de México:
Una superficie de casi dos millones de kilómetros cuadrados, una población superior a los 127 millones de habitantes, y una presión gigantesca de un vecino que es una potencia en ambos campos.
Su atraso científico y tecnológico es contraproducente con el importante y amplio sistema de educación superior, con universidades extraordinarias en sus 32 entidades federales, como la UNAM, la más amplia y completa de América Latina, e importantes áreas de investigación científica y tecnológica, y de formación de profesionales.
También es contradictorio con el lugar que ocupa en la economía mundial, el 16, lo cual lo hace uno de los países más atractivos para los inversionistas extranjeros.
El estancamiento en la ciencia y la tecnología, en comparación con las dimensiones del país, población y potencialidad económico-productiva, es también contraproducente con su historia.
A la llegada los colonialistas españoles encontraron sociedades estructuradas y administradas, y con un desarrollo intelectual no imaginado. Quizás no sea lo más correcto hablar de conocimientos científicos estructurados como los concebimos en la actualidad, según explicó el académico Francisco del Paso y Troncoso (Veracruz, 1842-Florencia, 1916).
Pero cuando las huestes de Hernán Cortés comenzaron a liquidar las etnias encontradas a su paso, esas sociedades originarias habían llegado a un alto grado de desenvolvimiento que, como señaló Del Paso, permitía a los aztecas computar el tiempo mejor que sus conquistadores, y trazar algo parecido a las cartas geográficas y de navegación de aquella época.
Según estudios de la UNAM, está documentada la conexión marítima de los pueblos originarios por los océanos Pacífico y Atlántico.
Además, extraían la plata de sus minas, el plomo, el estaño y el cobre mediante verdaderos procedimientos metalúrgicos, conocían las ligas metálicas y doraban metales, lo que supone incipientes conocimientos químicos.
También poseían conocimientos médicos cuyas anomalías y enfermedades trataban con medicinas arbolarias, clasificaban las plantas y animales con lo cual demostraban entendimientos botánicos y zoológicos.
En uno de los palacios de Moctezuma había un jardín botánico, un adelanto respecto a Europa que creó muchos años después «El jardín de plantas del rey», como constata una investigación de la Universidad de Guadalajara.
Las edificaciones que aún se mantienen en pie en los yacimientos arqueológicos son muestras del adelanto arquitectónico, y de la cercanía a los cálculos matemáticos de hoy, aún cuando la evidencia es que no respondían a estructuras ni sistemas, sino a conocimientos empíricos.
Esto expresó en una de sus investigaciones Porfirio Parra, maestro de la Escuela Nacional Preparatoria, quien precisó que tenían un imperfecto modo de contar y de representar números propios, de las insuficiencias de la lengua nahua.
IMPULSO A LA CULTURA CIENTÍFICA
No sería justo negar que con la conquista, la cual inició la etapa del Virreinato de la Nueva España (como bautizaron a México), se introdujo en el país la cultura científica europea.
Muy temprano, en 1551, se fundó la Real y Pontificia Universidad de México, donde se impartían cursos de física y de matemáticas desde una perspectiva aristotélica, según estudios de la UNAM.
A partir de allí el desarrollo científico-técnico no dejó de crecer, aunque de la forma moderada que lo podía hacer una colonia en aquellos tiempos, y ocupar un lugar elevado en cada período histórico de evolución social hasta la revolución emancipadora de 1810, convocada por el cura Miguel Hidalgo con el Grito de Dolores.
Entre los científicos más célebres del periodo de la Ilustración mexicana pueden anotarse a José Antonio de Alzate y Ramírez y a Andrés Manuel del Río, reconocidos en la literatura académica.
Aunque la guerra de independencia paralizó el desarrollo científico, según admiten académicos de la propia universidad, a finales del siglo XIX comenzó el proceso de industrialización, que no se detuvo desde entonces con altas y bajas pronunciadas y no al nivel requerido en un país de la envergadura de México, como admiten algunos estudios de la Conacyt, y remarcado el propio López Obrador.
EN LA ACTUALIDAD
Durante el siglo XX México tuvo avances significativos en ciencia y tecnología, con la fundación de nuevas universidades e institutos de investigación.
Entre estos figuran la UNAM en 1910, el Instituto Politécnico Nacional (1936), el Colegio de México (1940), el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (1960) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (1962).
Con la creación del Conacyt en 1970 y la consecuente formalización de la estructura del sistema científico, el país pretendió acelerar el necesario desarrollo en esta dirección, dotándolo con los recursos suficientes para lograr ese objetivo.
Pero según denunciara el presidente López Obrador, la corrupción fue atentando contra ese propósito, y en estos momentos está en un proceso de rehabilitación de trascendencia y asumiendo el rol que dejó de cumplir en el largo período neoliberal. Se queja del atraso tecnológico y lo que ello implica para el bienestar de la población.
En el ranking del PIB per cápita, México ocupó el puesto 71 y sus habitantes estuvieron entre los de más bajo nivel de vida en relación con resto de los 196 países, según estadísticas de 2021 de Naciones Unidas.
A ello se le une el hecho de que el salario medio de los mexicanos es también de los peores del mundo, y como critica López Obrador, está incluso por debajo del de la vecina Guatemala, país que clasifica entre las economías más pobres del mundo.
Más aún, en cuanto al Índice de Desarrollo Humano (IDH), que elabora la ONU para medir el progreso de una nación y que en definitiva muestra el nivel de vida de sus habitantes, México se encuentra en el puesto 76.
Atendiendo esa situación, en el 2021 Conacyt puso en vigor el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación hasta 2024, cuando concluye el actual sexenio de gobierno.
Es muy ambicioso y pretende sentar las bases para tratar de disminuir al mínimo posible las asimetrías con sus socios comerciales del Tratado de Libre Comercio (Estados Unidos y Canadá).
Está en ejecución, y participa una buena cantidad de profesionales de todos los sectores, principalmente en los campos de salud, energéticos, informática y las nuevas tecnologías en general, con la idea de situar a México en el lugar que le corresponde a nivel mundial por el tamaño de su economía y de su población.
Sobresalen cambios estructurales sectoriales, orientándose hacia los principios que garanticen el ejercicio pleno del derecho humano, y establece las bases de la política pública en el sector de las humanidades, las ciencias, las tecnologías y la innovación.
México reemprende el camino hacia el adelanto científico y tecnológico, y el ambicioso Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 se enmarca en los ejes fundamentales para un avance sostenible.
Resaltan la transformación en cada sector y la construcción de soluciones sustentables para los problemas que requieren de la acción articulada del Conacyt con las instituciones públicas.